sábado, 18 de agosto de 2012

Iluminados

Tenía yo 11 años más que él, y estábamos enamoradísimos.
El era un pequeño genio, hablaba varios idiomas a la perfección, traducía a Borges al inglés para editoriales muy conocidas, era experto en literatura inglesa del siglo XIX, me leía Wordsworth, Coleridge, Byron, y yo pasaba los días embobada con este niño Plus Ultra.
Salíamos de la cama sólo para buscar comida, yo creo que ni iba a traba

jar sólo para no perderme de su compañía. Dibujábamos juntos en hojas enormes mientras escuchábamos música. Un día nos pintamos todo el cuerpo con tinta china. También hacíamos historietas que yo dibujaba y el guionaba. Conocimos juntos Nueva York.
Algo le habré hecho, que un día se enojó, y no había manera de recomponer la cosa. Seguro fui yo la que provocó la bronca, por que él era un encanto.
Me pareció inteligente atacar por donde sabía que la tenia ganada, y lo invito a un picnic nocturno en costanera, con comida hecha por mi y le prometí que descorchábamos un Champan y yo también tomaba.
Por esos años yo era la dueña de un Corsa, 0km, color gris, que él manejaba siempre, en el cual salimos casi ya amigados escuchando a Prodigy, ventanillas bajas y pelos al viento.
Bajamos frente al río, puse un mantelito en uno de los bancos, nos sentamos uno en cada punta, saque la comida, dos copitas e improvise una mesita en el medio de nuestras piernas abiertas. Descorche el champan, tomé y en pocos minutos todo me causaba mucha gracia; cosa que me pasa cada vez que tomo.
Muy cómico todo, pero empezamos a notar que los únicos que estaban allí para cenar éramos nosotros dos, los demás presentes estaban dentro de sus autos en movimiento con los vidrios empañados.
Al diablo con la cena y nos fuimos al Corsa.
Pregunto si es un lugar apto para la finalidad que le íbamos a dar al auto, y como respuesta obtuve una reclinada de asiento del acompañante un poco brusca.
En menos de dos minutos ninguno de los dos tenía la ropa puesta.
Frenéticos y desnudos, yo encima de él de espaldas al parabrisas, cuando escucho un altoparlante que decia: “Policia, Vístanse y desciendan del vehiculo”.
Vístanse?!!!
Los dos iluminados con linternas con la potencia del faro del fin del mundo. Le grito a la policía que sino dejan de iluminarme, no bajo, y apagan las linternas.
Nos vestimos, y mientras nos preguntamos porqué a nosotros? si había cientos de autos con los vidrios empañados?.
Bajamos.
Nos piden documentos a la vez que un cana le dice al otro, “Pereira, la maquina”, se me congeló el corazón en pleno enero. Pensé que Pereira nos fusilaba, y se quedaban con mi auto.
La maquina era una Olivetti, que subieron al capot de mi 0 km.
Pereira empieza a labrar un acta, escribe y mientras me relata que estoy ejerciendo la prostitución, y cuando sea notificada debo presentarme en no se que Juzgado número no se cuanto.
“Un momento Pereira! este auto es mío, no soy ninguna puta y me baja ya mismo la máquina que me esta rayando la pintura del capot!”. A Pereira le cai bien, creo que por ya me conocía desnuda, y bajó la maquina sin chistar.
Sin embargo el otro, me tenia de punto. “Ah, el auto es suyo…mire que bien…y que hace con un menor en esta situación?”. Pero éste cana me pasa de prostituta a abusadora en un santiamén, me dije.
“De todos modos no me lo explique a mi, se lo va atener que explicar al juez”.
Las desventajas de enamorarse de un niño Plus ultra, estaban a la vista, el niño no modulaba ni una palabra y me dejaba a mí en el frente, con la ropa a medio abrochar discutiendo a cerca de mi buen nombre y honor.
Rápida de reflejos lo miro a Pereira saco mi billetera y le digo, “agente, como arreglamos esto?.” Decir “agente” y “como arreglamos esto” son dos cosas que jamás en la vida pensé que iba a decir y menos a dos canas que me habían iluminado las partes como a una porno star.
Contesta el otro, “no se, páseme su DNI”…y le paso mi documento vacío sin un peso, no sabia de coimas hasta ese momento. Pereira me ayuda y me dice por lo bajo “ponga la plata en el documento del pibe”.
Le pusimos lo que juntamos entre los dos.
Se guardaron la plata, subieron la máquina al patrullero con el acta a medio redactar. Pereira me saludó.
Arrancaron el patrulleo y al pasar por nuestro lado "el otro" le dijo al niño, “pibe con una mina asi, hay que pagarse un telo!”.

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